Jorge Salazar el querido “Barón Dandy”

por Rolando Breña Pantoja 


Han pasado ya algunas semanas de la muerte de Jorge “Coco” Salazar. Yo no sé si le tengo una deuda. Porque hace algunos años, bastantes ciertamente, conversando con él en un encuentro casual (casuales fueron todos nuestros encuentros después de San Marcos), lo comprometí (creo que lo comprometí) a sentarnos una noche en un café para que en el transcurso de la noche entera hablara sobre su vida, para una biografía o algo parecido. Pero se murió y no sabré nunca si su promesa fue sólo una salida a mi majadería. 

Lo conocí cuando ingresé a San Marcos. 1962. Fue uno de los primeros comunistas que conocí personalmente. Era responsable de nosotros en nuestros Círculos de la Juventud Comunista en la Facultad de Letras. Recuerdo el grupo de adolescentes: Darío Rubio, Azparrent, Delgado, García-Godos, Luis Ojeda, María Tello, entre otros; en larguísimas reuniones para estudiar, discutir, organizar, conspirar, soñar con la revolución y el socialismo. Coco, siempre impaciente y apurado, mirando a los lados, como esperando permanentemente algo o a alguien. Hablando como quien da sentencias, casi entre susurros, como convenía a un buen conspirador; actuando, en un informe o en un análisis, como un experto mecánico desmontando una máquina, sin olvidar ninguna pieza suelta esencial o secundaria.

Coco Salazar nos sorprendía siempre con sus conocimientos. No había hecho político, internacional, nacional o universitario que no conociera lo suficiente para exponerlo, explicarlo y argumentar a favor o en contra. Y cómo bailaban sus ojos cuando se apasionaba en sus intervenciones o conversaciones. Tal era el cúmulo de datos y detalles que quería comunicar, que no parecía suficiente la velocidad de su verbo. 

Con un eterno cigarrillo quemándole los dedos. Con ternos casi extravagantes por su tremenda estrechez, que lo hacían más flaco (y lo era bastante), de colores no muy usuales, una delgadísima corbata (se podía creer que Jorge había dividido una corbata en dos). Los zapatos siempre bien lustrados, brillantes, enormes. Justamente por eso dejó de ser para nosotros “Coco”. Lo bautizamos como “El Barón Dandy”. El camarada “Barón Dandy”. 

La vida y los avatares políticos nos separaron. Quince o veinte años después lo encontré en la presentación de uno de sus libros. De allí las circunstancias nos juntaron de cuando en cuando. Al conversar no recordamos nunca los tiempos sanmarquinos. Al hablar de política, lo hacía como el médico forense al diseccionar un cadáver: preciso, seco, frío. Al hablar de cocina parecía tener delante una fuente del manjar que describía o cuya historia contaba. Al hablar de fútbol no había historia ni anécdota que no brotara como un torrente por la inmensidad de sus conocimientos, sus recuerdos, sus odios, sus amores. Esta nota acaba abruptamente, incompleta. Hasta la vista, mi querido “Barón Dandy”. 

 Lima, 30/7/2008