Releyendo "La ópera de los fantasmas"


por Gabriel Ruiz Ortega

24 de mayo de 1964 quizá sea una de las fechas más trágicas que tenga nuestra historia contemporánea. Aquel día, domingo, la selección peruana juvenil de fútbol se enfrentaba con su similar de Argentina por un pase para las olimpiadas de Tokio 64. Por los peruanos figuraban Chumpitaz, La Rosa, Casaretto y Sánchez entre los más conocidos. El estadio lleno, los restoranes repletos, los bares sacando buenas ganancias por las cervezas y todas las estaciones de radio dando cuenta de lo que sería una verdadera fiesta nacional. Recordemos que Perú, en fútbol, aún no clasificaba a nada por mérito propio. Por ello, no había mucho trecho entre la tensión y la euforia.

Todos sabemos lo que ocurrió: el árbitro uruguayo anula el gol de empate del equipo peruano, la afición protesta, y de las tribunas salta a la cancha Víctor Melasio Vásquez Campos, conocido como Bomba, quien agrede al árbitro, ante lo cual los policías no demoran en agarrarlo a culatazos. Los presentes en el estadio se solidarizan con Bomba y el policía encargado de la seguridad del espectáculo deportivo ordena que se tiren gases lacrimógenos a las tribunas. El resultado: más de 300 personas muertas, asfixiadas y aplastadas porque en el escape éstas se toparon con que las puertas de salida estaban cerradas.

En “La ópera de los fantasmas” (Mosca Azul, 1980), Jorge Salazar (Lima, 1942) pone como telón de fondo aquel fatídico día como la referencia inmediata de los vaivenes de sus personajes: un estudiante, con ideas de izquierda, que sueña cambiar al mundo desde una mesita del café Versalles, ubicado en los perímetros de La Plaza San Martín; un brujo que vaticina que la selección peruana clasificará a las olimpiadas de Tokio; un ministro del interior arropado de cobardía y zalamería; un juez de apellido griego (Giannakoulas) asqueado de que las autoridades hagan hasta lo inimaginable por ocultar la verdadera razón que llevó a las fuerzas policiales a reaccionar brutalmente contra los aficionados; un preso que en un arranque de ajuste de cuentas con su conciencia decide no quedarse callado; etc.

Perdurable y pequeña gran novela de 132 páginas. Los avatares de los protagonistas se condimenta con la pesada atmósfera del contexto social y político de los años 60: el temor a que las fuerzas políticas e ideológicas de Castro entren a desestabilizar el orden del supuesto sistema democrático, en el que nadie es libre nada y los primeros sospechosos son aquellos que cometen el “gran pecado” de pensar y cuestionar.

Como se podrá colegir, esta novela supura un abierto espíritu crítico, pero este es canalizado a través de un notable despliegue técnico, sin el cual, las historias representadas no tendrían fuerza, carecerían del sabor placentero de la sutileza, característica con la que es posible notar a genuinos escritores como Salazar.

“La ópera de los fantasmas” ganó el concurso Casa de Las Américas de Cuba en 1980. La edición de Mosca Azul viene con un Dossier fotográfico que da cuenta de la bestialidad cometida por la policía y el drama de los familiares tratando de reconocer, en los cadáveres apilados en la explanada norte del Estadio Nacional, a sus seres queridos.

Jorge Salazar es considerado como la máxima autoridad en crónicas de muerte y misterio. Es autor de la crónica novelada “Piensan que estamos Muertos” (sobre Javier Heraud y el crimen de Puerto Maldonado, con colaboración de Alaín Elías, la cual estoy leyendo hoy), “Poggi: la verdad del caso”, “La medianoche del japonés”, entre otras.

Antes de irme, pues me es imposible no destacar el que quizá sea el mejor prólogo que he leído en mi vida, y eso que no confío en los prólogos para una obra de ficción, porque considero que los cuentos y novelas tienen que defenderse sin el aval de nadie.

En el prólogo titulado Advertencia, el mismo Jorge Salazar nos prepara para la lectura de su novela. Como es para mí un placer poder leer entre líneas, puedo especular de que Salazar se tuvo que documentar en hemerotecas para esta novela, y que producto de ese vicio placentero que es hurgar en el tiempo, se haya quedado, digámoslo de una forma, tocado e indignado por toda la mugre que destilaba tanto de la maquinaria opresora del gobierno de turno como de aquellos que soñaban con cambiar al mundo.

Les dejo con el último párrafo de Advertencia:
“Dicho esto, doy por sentado que he cumplido con mi conciencia y con mi psicoanalista: la narración que vas a descifrar, amable lector, es un invento mío; por lo tanto, cualquier coincidencia con alguna luminosa historia antigua es pura casualidad, producto de mi locura. Del infierno que llevo dentro de mí.”


publicado el 12 de noviembre de 2007
http://la-fortaleza-de-la-soledad.blogspot.com