Charlas en soledad

Juan Ochoa López


Diversos libros escribió Jorge Salazar en vida, los suficientes como para recordarlo como una de las más prolíficas plumas de este país poco propenso a leerse a sí mismo. Cronista urbano y, por lo mismo, universal, su paso por el periodismo limeño no fue anónimo. Jorge ejecutó algunas crónicas policiales bastante estilísticas y consumadas, ascendiendo a la condición de maestro local, de un género tan humano y contradictorio como él.
En todo caso, en esta compilación “Charlas con Soledad” no aparece el novelista, ni el cronista policíaco ni mucho menos el gourmet que guisaba sus notas gastronómicas con singular talento. “Charlas con Soledad” es, simplemente, el testimonio breve del articulista sensible, sucinto y profundo, que escribió notas cotidianas sobre diversos sentimientos y juicios extraídos del cofre de la memoria y del corazón, pequeñas letras dirigidas a una hija, Soledad, tan misteriosa como presente. Jorge habla de poetas o de películas, de renaceres o de frescos olvidos, pero siempre como el escritor doloroso, vital, auténticamente comprometido con la palabra, como verdaderamente fue su vida de cronista y creador.
Entonces, como redactor que es, afronta sus verbos con esa prolijidad que le era característica, pues si de algo pudo complacerse Jorge es del manejo oficioso de los vocablos que tuvo y que le permitía enhebrar crónicas tan lúcidas. Sus “Charlas con Soledad”, además, no hostigan, pues ya referimos la sabia brevedad de sus párrafos. Y son, en conjunto, un espejo del hombre que puede, dejando su pluma al arbitrio de la imaginación, trascender a pesar de lo baladí de algunos de sus temas, que Salazar enaltece por obra y gracia del talento.
La majestad de su palabra carece de nacionalidades. Jorge fue un hombre de esquina, de barrio, de ecran o de aeropuerto, no de ayllu o de selva. Cemento y poeta se juntaron, Lima, Madrid, Berlín y hasta El Cairo, pero siempre urbe, siempre tan metrópoli y tan libro, como Borges o Shaw. Por eso, él escribe para los hombres y mujeres de dantescos dolores, para los que cantan, los que pintan grafittis, los revolucionarios, los toreros o los clowns. Para los que no creen ni en sí mismos, para los suicidas, para los filósofos o para los obreros. Para los que están solos o quisieran estarlo. Para todos ellos es este libro: “Charlas con Soledad”.