En tiempos de Cristo


por Ricardo González Vigil

Ahora que el éxito desmesurado de la novela (con su secuela fílmica) "El Código Da Vinci" ha desencadenado un interés superficialmente mediático sobre la figura de Cristo y sus discípulos (al extremo de inflar el 'hallazgo' del llamado Evangelio de Judas), basado en datos y documentos de dudoso origen, da gusto la publicación de una novela histórica de la calidad literaria y la seriedad histórico-cultural que ostenta "Los papeles de Damasco", subtitulada "Una historia en los tiempos de Cristo".

Su autor cuenta con una destacada trayectoria como novelista, periodista y ensayista, ganador del premio De Gius de los Países Bajos 1969 (por su ensayo "Una visión del Perú"), del premio Casa de las Américas 1980 (su novela-testimonio "La ópera de los fantasmas") y del Gourmand World Cookbook Award 2006 (sus "Crónicas gastronómicas"). Desde hace más de 25 años ha venido investigando el marco histórico de Roma (en especial, sus lazos con Grecia y Egipto) y la problemática que le planteó enfrentarse al monoteísmo judío y la expansión del cristianismo. Como todos sus libros, ha nacido de necesidades internas de su sensibilidad y sus inquietudes intelectuales, y no de modas del mercado editorial, conforme lo aclara el narrador de "Los papeles de Damasco": "Escribir es una actividad gratuita y desinteresada. Cuando se escribe, se enseña y también se aprende. Se enseña vida y se aprende a vivir. () Estoy convencido de que cuando se escribe a las órdenes de alguien, se termina por anotar historias absurdas y aburridas" (pp. 21-22).

Por eso, "Papeles de Damasco" se ajusta al espíritu creador de Salazar, tan diestro en confeccionar crónicas (policiales, deportivas, gastronómicas). Puesto a tejer una novela histórica, pudo seguir los pasos de un Papini, un Lagerkvist, o un Borges (autores de ficciones sobre el entorno de Cristo), o de las celebradas "Memorias de Adriano" de Yourcenar (comparten la visión "desde dentro" de la Roma imperial); pero optó por ofrecernos la crónica de un romano cultivado en la filosofía, las creencias religiosas y la narración historiográfica (menciona a Herodoto, reconoce el talento del joven Tácito, lamenta las adulteraciones efectuadas por Flavio Josefo): "He sido un cronista que amontonó puntualmente, aunque tal vez sin mucho orden, testimonios, imágenes, historias y pormenores del tiempo que me tocó vivir" (p. 19).

La óptica de la crónica corresponde a un romano cultivado: admiración por la cultura griega (con un racionalismo que reduce a Jesús a un "mago" educado en Alejandría y la India, y la resurrección a una estratagema de Claudia Prócula: fue bajado vivo de la Cruz y residió luego en Damasco, donde Saulo, el futuro San Pablo, pudo conocerlo) e interés por la fusión entre la herencia cultural de Occidente con el Oriente que se producía en Alejandría. El cronista reivindica figuras satanizadas, como las de Nerón y Barrabás; en cambio, "sataniza" a San Pablo, a quien acusa de deformar las enseñanzas de Cristo en lo que pasarían a ser dogmas del "Cristianismo". Y, si bien muestra a Jesús sin tratos sexuales, supone que Judas estaba perdidamente enamorado de María Magdalena.

Argumento
A lo largo de cuarenta años, desde el emperador Tiberio (en cuyo gobierno se sitúa la muerte de Cristo) hasta Vespasiano (cuyo hijo Tito asoló Jerusalén), Marcio Cornelio escribe una crónica sobre los hechos y personajes relevantes que presenció o sobre los que obtuvo testimonios de primera mano. Traza un cuadro notable de la Roma imperial, la civilizada Alejandría y la turbulenta Judea y retrata a personajes tan diversos, como Tiberio y Nerón, Pilatos y su esposa Claudia Prócula, el filósofo Filón de Alejandría y el historiador Flavio Josefo, Barrabás y Pablo de Tarso (el del camino de Damasco). En ese ámbito, despierta su admiración lo que le cuentan sobre el tolerante Buda y el "mago Jesús".