Comenta Luis Jochamowitz
El crimen, por más cruel, inhumano o
morboso que sea, siempre encarna una fuerte dosis de misterio y fascinación.
Ese lado oscuro del ser humano que escapa al entendimiento o la razón, siempre
ha ejercido un atractivo singular que es recogido en las crónicas negras. Pero
el crimen, como todo lo que forma parte de nuestra historia, también es digno
de ser novelado. Así lo ha entendido Jorge Salazar, periodista, novelista y
profesor universitario, quien además de ser uno de los más destacados cronistas
policiales del país, ha escrito varias novelas, la última de ellas “La
medianoche del japonés”.
La trama gira en torno a uno de los
crímenes más sonados e importantes de la historia policial del Perú, el
asesinato séptuple de dos familias de migrantes japoneses ocurrido en Chacra
Colorada, en 1944. “Los crímenes son autobiográficos y reveladores de una
época. Sin duda, este es el crimen clásico y representativo de la década del
40”, remarca el periodista Luis Jochamowitz.
El
personaje es un universitario que hace sus pinitos como periodista en el diario
La Crónica y descubre que, tras el horrendo y enigmático crimen de los nipones,
existe toda una historia de venganza, honor y lealtad, que tiene su sustento en
la tradición de una cultura milenaria. El periodista hace suyo el caso y se
obsesiona por descubrir, más allá dela versión oficial de la policía, el porqué
del homicidio, con lo cual intenta reivindicar a su personaje. El autor por su
parte, parece identificarse con el joven protagonista, lo que hace, según
Jochamowitz, que la novela tenga algo de autobiográfica.
“Es natural que ocurra que el autor trate
de reivindicar a sus personajes. Cada vez me convenzo más que detrás de cada
gran criminal hay un gran periodista o un medio de comunicación. Existe una
relación muy cercana entre criminal y periodista, ya que este último recoge la
historia, le da forma y finalmente redondea el caso”, sostiene. Las vías de
identificación usualmente terminan mejorando al criminal o atribuyéndole una
aureola de protagónica heroicidad.
La novela tiene además la particularidad
de intercalar episodios históricos que describen el contexto mundial en el que
se desarrollan los hechos. “El caso se complica conforme avanza la investigación,
puesto que se descubre que era solo la punta del iceberg de un problema mayor.
Consideremos que todo sucede en medio de una política represiva contra la
colonia japonesa de entonces”, comenta Jochamowitz.
El libro desnuda toda una realidad poco
divulgada en nuestro país sobre la situación de la que fue víctima la comunidad
nipona, cuyos miembros fueron declarados por el gobierno peruano como
ciudadanos no gratos, debido a los episodios de la Segunda Guerra Mundial.
Encarcelamientos, deportaciones, confiscación de negocios, entre otros
vejámenes que, en el fondo, tenían su raíz en el racismo de una ciudad
intransigente como lo era la Lima de los 40.
“Tenemos tan pocas referencias de nuestra
historia más inmediata que esta novela resulta cautivante, pues aporta mucha
investigación y documentación, sin dejar de lado la imaginación y
documentación, sin dejar de lado la imaginación del autor”, opina Jochamowitz,
quien además resalta la agilidad del lenguaje que Salazar emplea para narrar
esta enrevesada historia de crimen y venganza.
Por Ana María Mejía Rusconi
Mira / Diario El Sol, 1996