PERIODISTA DE CRÓNICA ROJA

Por Edmir Espinoza




 –¿Por qué su fascinación por la crónica roja? 
 –En principio, me interesa mucho la historia. La historia es algo que me ha fascinado desde muy joven y pienso que el homicidio, el crimen, el delito, forman parte de la historia de los pueblos, aunque muchos lo pasen por alto. Yo creo que un pueblo que no conoce la historia de sus errores, de sus horrores, está llamado a repetirlos.

 –¿Investigar el crimen ha cambiado su percepción sobre la muerte? 
 –No, lo que ha hecho esta investigación es, de alguna manera, enriquecerme, conocer a mis semejantes, ampliar mi conocimiento sobre mi país y sobre la realidad delictiva del mundo. Es decir, ver en qué nivel nos encontramos. Entonces, me siento, al mismo tiempo, asqueado y enriquecido. Me ha permitido conocer detalles que me han dejado anonadado, pero a la vez me permiten tener conciencia de lo que soy, de lo que somos capaces y lo que deberíamos cambiar.

 –¿Cómo fue su primera experiencia con un cadáver? 
 –Yo pertenezco a una generación de periodistas que no contaba con toda la tecnología de ahora. Nos tocaba guardia de madrugada, por ejemplo. En ese lapso nos avisaban que había ocurrido un homicidio, o un atropello, un suicidio, etcétera. Teníamos colaboradores que se contactaban con nosotros. Pero si había un partido de fútbol, igual íbamos. No existía la especialización. Teníamos que ser expertos en todo.

 –¿Y cómo fue la relación de este joven periodista con la muerte? 
 –Mi relación con la muerte no viene necesariamente del periodismo, sino de mi generación. Yo he nacido el año de 1940, en el plena Segunda Guerra Mundial, donde la muerte era el pan de cada día a través de diarios y revistas. Mi relación con la muerte es muy antigua, pero creo que como periodista ya estaba preparado, porque la muerte, en general, es un tema subyugante para todos los seres humanos. Es decir, el hombre ha podido vencer y resolver una serie de misterios y de enigmas a través de los siglos, sin embargo la muerte sigue incólume, impertérrita, inamovible. No conocemos más de la muerte de lo que se conocía hace uno o dos millones de años. Y el hombre sigue teniendo esa tremenda curiosidad por saber qué hay más allá o por saber qué cosa impulsa a un ser humano a acabar con la vida de otro ser humano al cual no puede crear. Usted es capaz de destruir lo que no puede crear, es una cosa terrible. Una incógnita que ha conmovido a los seres humanos desde que el mundo es mundo. Y bueno, yo no soy ajeno a ello.

La República, 9 de mayo de 2007