L. A. S.: Testimonio sobre mi profesor

por Jorge Salazar
Luis Alberto Sánchez

I
El hecho es que Luis Alberto Sánchez haya sido y sea militante de un Partido alejado de mis propias convicciones, no puede –creo- servirme de excusa para, voluntariamente, borrarle de mi recuerdo. L. A.S., el viejo y discutido “Zorro” aprista, a sus setentaitantos años ha tenido la fuerza y el coraje de lanzar un libro actual. ¿Cómo ignorar ese esfuerzo sobrehumano que este hombre realiza para que llegue a nuestras manos su discutible (el lo afirma así) testimonio de las horas que le tocaron en suerte.

II
L. A. S., gran maestro de la paradoja y de la soledad, ciertamente no nos lleva de la mano a través de una edad de oro. Cuando llegamos al final del libro, recién allí nos damos cuenta que hemos leído el diario dramático de alguien que lucha contra el naufragio. Nos encontramos ante una formidable lección de experiencias que, como todas las lecciones de la experiencia, no son sin duda atractivas para los que en todas las épocas se han ceñido las pieles de cordero...

III
Al presentarnos sus recuerdos, Sánchez revive sus experiencias, su incansable peregrinar, sus inagotables recuerdos. Vemos que este adversario ejemplar, nunca se ha fatigado de conocer y tratar a los más curiosos representantes de nuestra geografía política, intelectual y artística. Con su dominio de la lengua, saca chispas, ahora desacostumbradas.

IV
L.Á.S. es (verdad de Perogrullo) un académico, pero esta condición del escritor no debe hacer pensar que su testimonio está escrito con la frialdad, y distancia tantas veces estúpidamente identificadas con lo académico. Al contrario, aunque muchos no lo crean, una disertación académica puede, debe de ser un compromiso cordial y comprometido donde la erudición rigurosa juega el papel de soporte de unos datos perfectamente manejados.

V
Ahora bien, L.A.S. señala desde el principio de su obra que ésta constituye "sólo un testimonio personal", por tanto recusable, discutible y confirmable. Uno atestigua lo que vio . " Y claro, Sánchez ve con sus ojos de intelectual aprista, pero también solitario, porque no olvidemos que L.A. S. no es su partido ni viceversa...

VI
Permítaseme añadir algo de mi propia cosecha. El que esto escribe tuvo la oportunidad,- cuando estudiante, de tratar con L.A.S. En ese entonces (hace casi dos décadas) él era mi profesor y también adversario de la carpa bajo la que yo me guarecía. Ya en esos lejanos días tuve la impresión de que el Apra era un lastre inevitable de mi profesor. De repente, era un lastre conveniente, pero lastre al fin. Hoy, leyendo sus memorias, creo que este viejo agonista y testigo excepcional ha superado los lastres que, a mi juicio, cargaba.


Diario EL COMERCIO, 12 de enero de 1977
Columna: La calle, sí; la calle, no