Aparece para una entrevista.
Coco se preocupa por mí. Siento que el asma cascabelea como
un quitasueños en mis pulmones. Pero para no decepcionarlo le digo que estoy
muy bien. Después de todo lo estaré pronto. Los milagros, según Coco, están a
la vuelta de la esquina.
Coco es cortés. Habla en voz baja y ríe en voz alta.
Pregunta si incomoda la grabadora. “No, para nada”, responde
su entrevistado nervioso. Y para qué, si Coco jamás la utiliza. Él recurre a su memoria comparable a una
computadora que además posee la virtud de la imaginación y colorido.
Para disimular apunta jeroglíficos en una libretita de
bolsillo.
Escribe vertical, horizontal y diagonalmente en páginas
dispares.
Es un poco más cuidadoso cuando logra la receta favorita del
entrevistado quien, ya, con las defensas bajas, ni cuenta se ha dado del robo
furtivo.
Coco ama la cumbia, el jazz, el afro y Mozart. Ama a las
mujeres. Cree en los amores eternos pero fugaces.
Nació en Chosica y es dueño del mundo. Ahí va su pata del
“Reina del mar”, ahí está el de los toros de Sevilla y el otro de la pensión de
Hungría. Jorge Salazar quiere a sus amigos pero más quiere a su soledad.
Jorge Salazar es generoso y desprendido. A mí, supo darme
los pañuelos blancos en su momento oportuno. Ese gesto se lo agradezco infinitamente.
Foto: Max Hernández
Foto: Max Hernández